El síndrome "Mr. Big" y las columnistas interiores

Estos días estoy en plena sobredosis de Sexo en Nueva York.

 

¡Oh, no...!

Cuando decidí ver la serie quise hacerlo con todas las consecuencias; iba a verla del tirón y esperaba acabarla antes de que el verano llegara al final de sus días (más que nada porque luego se me acumula el trabajo con las nuevas temporadas...)
Pero todo tiene sus consecuencias negativas, y es que estos días la Carrie columnista me ha invadido y me hace reflexionar más de la cuenta. Y reflexionar está muy bien, pero no cuando se hace en exceso, porque si la Carrie reflexiva es tela, la Crisis reflexiva puede ser demasiado.

Mi punto de partida es (como no) la relación con Mr. Big y el comportamiento de este. Yo me quejo cantidad sobre cómo la trata y lo poco que se la merece, porque además sé que acaba finalmente con ella y me hace morir de la rabia. La cosa es que el otro día, pensándolo bien, me di cuenta de que, en mayor o menor grado, todos tenemos un Big en nuestra vida (y sobre todo nosotras). Señalo a Carrie y a Big, los señalo y me cabreo. Y no había mirado hacia este lado de la pantalla... :S

¿Y cómo definiríamos al individuo Big? Es fácilmente identificable: aquel amor (real o platónico; inalcanzable o demasiado alcanzado) que nos hiere más que nadie (eso sí, a veces sin darse cuenta, pero que, por H o por B, hace que caigamos rendidas a sus encantos a las primeras de cambio sin pedir demasiadas explicaciones.

Yo soy bastante exigente y tocapelotas tiquismiquis con mis relaciones amistosas y afectivas en general, además tengo carácter en lo que a feos se refiere; perdono hasta cierto punto, pero jamás olvido y tiendo a acumular cosas perdonadas, hasta que exploto. Pero, ¡oh!, ahí está mi Big para ser perdonado una vez tras otra, saliendo impune y sin daños colaterales. Porque sí, Carrie ya le ha dejado tres veces en la serie a las alturas por las que voy (finales de la tercera temporada), pero en cada una de ellas ha sido la misma rizos de oro la que ha vuelto con su mejor sonrisa a un hombre que ni mucho menos había rogado.

Ella siempre acusa ese comportamiento a esa afinidad mágica, adicta, que se han traído ellos dos desde que se conocieron, pero me entristece bastante ver como hasta ahora la magia no ha sido bidireccional y como eso se asemeja a mi historia personal con mi Mr. Big. Él la quiere, o eso quiero pensar, pero no tanto; nunca tanto.

Y, sin haberlo querido, he caído de bruces con un post en el que apenas hablo de una serie y hablo de mí, a lo columnista; a lo Carrie.