En el caso al que me refiero ocurre un hecho interesante, aunque no muy común. El público le coge un cariño excepcional a un personaje que sólo está de paso y que no había llegado a la serie con el propósito de convertirse en un nuevo "anzuelo". Godric, de True Blood, interpretado por el joven Allan Hyde es, para mí, el paradigma de este hecho y el motivo por el que escribo este texto.

Entró a la serie de manera casual, para darle más protagonismo a otro de los personajes habituales, pero poco hay que hacer ante una persona (no sé muy bien si por el personaje en sí, por el actor o por ambos) con tanto carisma. La audiencia se enganchó y de hecho, los capítulos en los que ha salido Godric/Allan han aportado a la segunda temporada picos de audiencia muy importantes, que no pasarán desapercibidos ni a los guionistas ni a la HBO.
Mi pregunta es: cuando tenemos ante nuestras narices algo que funciona en una serie y que nos trae más de lo que podríamos esperar, ¿debemos dejarlo marchar tal y como estaba en el guión o vamos a explotarlo lo mejor que podamos, aunque esto resulte un poco "efecto calzador"?
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