lunes, 10 de mayo de 2010

Mucho amor, sí, pero repartido

Como comenté hace un par de días, llevo unos meses bajándome capítulos de Big Love, una serie de la que hasta hace poco no sabía nada y que me ha dejado bastante pensativa, como poco.
























Su argumento gira entorno a la poligamia y en concreto a la vida de una familia polígama de Utah, en Estados Unidos. Pero no es una familia de las que nos imaginaríamos cuando la palabra "polígamos" nos viene a la cabeza; podrían ser cualquier hijo de vecino de tu misma calle: visten como el común de los mortales y estudian y trabajan de la misma manera.

El motivo que me llevó a bajar los primeros capítulos fue la participación en la serie de Chlöe Sevigny, una actriz que me gusta mucho y que este año se ha hecho con un Globo de Oro por su papel en la serie. Aunque este no sea el motivo principal de escribir esta entrada, puedo decir que a los pocos minutos de empezar a ver la serie ya queda claro lo merecido de este premio para la estadounidense, que borda una actuación en la piel de una persona totalmente diferente a ella.

El tema que me ronda por la cabeza con cada capítulo, sin embargo, no es otro que el hecho de llegar a comprender o a tolerar un tipo de vida que se aleja tantísimo de mi modo de ver el amor, la familia, la igualdad entre sexos, la religión y un largo etcétera.
La familia protagonista de Big Love acepta la poligamia, no como una imposición, sino como algo que han elegido entre todos; su filosofía es la de que una mujer no se casa únicamente con su marido, sino con toda la familia de este. Entre ellas se llaman "hermanas esposas" y los hijos de una lo son de todas, aunque siempre manteniendo un mínimo de independencia entre las tres casas interconectadas donde viven todos. Si el cabeza de familia asegura haber encontrado a una posible esposa, las mujeres votan si la quieren o no y la organización del hogar depende completamente de ellas (incluido el horario que tendrá que respetar el marido de qué noche pasar en la cama de cada una de ellas).


Los celos son otra cosa en esta casa; ni mejor ni peor, más bien diferente. A cada una de ellas le duele más perder su identidad dentro del conjunto familiar que escuchar los gemidos de su marido cuando está con otra de las mujeres...

Es difícil identificarse, como ya digo, con ese tipo de situaciones y con un modo de vida tan... atípico. Además de esto, dudo seriamente que en la realidad los principios morales de las familias polígamas sean esos. En la misma serie se muestra lo diferente de esas circunstancias en familias típicamente polígamas, como son las de las comunidades de donde proceden dos de los protagonistas; octogenarios casados con niñas que ni siquiera han llegado a la adolescencia y con otras diez mujeres que sólo están ahí para tener hijos y servir a su voluntad. Supongo que la realidad se acerca más a esto.
Aún así, me gusta ponerme a prueba y aprender de esta serie de la misma manera que aprendo de las demás. Las situaciones sentimentales y humanas de los protas están en un plano totalmente diferente al que vivimos en esta parte del mundo y me gusta sorprenderme con cada trama y cada actuación de este grupo de actores que también (imagino) tuvieron que ponerse a prueba al aceptar sus papeles.

2 comentarios:

Guillem Pastor dijo...

A mi es una serie que en su día me gustó. La tengo en pendientes...

dijo...

Seguí esta serie por el plus. Al principio la seguí por la curiosidad de descubrir cómo sería capaz de alcanzar una familia la normalidad con esto de la poligamia. Pero renonozco que me enganchó.