Es una época. Pasará. Y ahí seguimos, construyendo castillos sobre finas telas que amenazan con romperse a cada paso. Tejiendo una vida con agujas astilladas que rasgan piel y tejido.
Jugando a decidir hasta qué momento vamos a ser capaces de soportar el peso o hasta qué momento resistirá nuestra estrategia de la sonrisa falsa y la carcajada forzada. Como si ya se hubiera ideado con fecha de caducidad previa todo aquello que imaginamos; como si no hubiéramos vivido ni aprendido de aquello que dejamos atrás.